Por Eugenia Toledo-Keyser, Ph.D. Seattle, 9 de febrero de 2007
Entre las nuevas poetas colombianas surgidas al sol del siglo XXI, Maria Nelida Mendoza ocupa un lugar especial. Y es que al referirme a ella, no puedo dejar de mencionar su rol cumplido como directora del Centro Cultural Hispano Americano en Seattle, Washington, USA: una empresa sin fines de lucro cuyas actividades para crear una presencia hispana en este suelo del North West es de vital importancia. El Centro ha sido una plataforma artí stica que desde el año 2000 preserva, promueve e interpreta lo nuestro y abre las puertas hacia el porvenir de nuestra cultura hispana en el norte del continente.
La condicizón poética de Maria Nelida Mendoza está arraigada a su oficio de pionera como su gusto por el detalle expresivo, el buen diseño y el trabajo óptimo que hace de la poesía y el trabajo editorial en la presentación formal de su libro, actividades separadas e incluyentes. Ambas se nutren recí procamente, integradas por una misma pasión: la escritura.
Habitante del sol y la naturaleza, la experiencia del recién publicado poemario de Marí Nélida Mendoza trae los sabores de su tierra y despierta los sentidos cuando considera los rescoldos de la memoria presente y pasada. De su escritura dimana la cordialidad única de quien no tiene má s que respirar hondo, para luego pintar los paisajes de su pensamiento que se deslizan en las palabras al modo del aire peregrino de las horas.
La poé tica de Marí Nélida Mendoza nace y transcurre al mismo tiempo por las sinuosidades de la consciencia en la forma de una narración o conversación esencial con sus lectores, tal como ella misma lo expresa en el exordio de su libro, citando a Heidegger, ‘ser humano es ser una conversación’; y agregamos que el filósofo tambié n indicó que ‘el lenguaje se realiza plenamente sólo en el diá logo,’ y es a travé s de una voz poé tica en constante posición dialógica que la autora alcanza gran altura y libertad en su libro.
Al abrir este primer volumen de poemas de Marí Nélida Mendoza, llamado Cantares de un Alma Gitana, publicado por Gente Nueva Editorial, en Colombia, 2006, 259 pá ginas, nos adentramos en el mundo maravilloso, casi má gico a veces, de vivir de un modo personal y de transformar en vocablos y música ese llamado que sintiera la autora desde siempre, desde las voces de su infancia, las voces del pasado y del presente que se asoman para decirnos que hagamos lo que hagamos, somos adelantos concretos de una Voluntad Mayor (Dios) que es origen y meta, plena razón de ser en su má s eterna animación de Amor:
Y como la palabra de Dios es la única verdad/
y con ella adquirí el derecho a la libertad,/
entonces con ella tantas injusticias gritaré .
será la Palabra la que me calle mi último deseo….
(de “Entre las palabras,” p. 106)
El registro temá tico de Cantares de un Alma Gitana ahonda en la memoria histórica y en la memoria afectiva y vivida, para hacer de este libro una obra de arte, una especie de elegí a o cantata divida en siete partes que contienen cincuenta poemas. A saber: 1. Amé rica Rebelde; 2. El despertar de la consciencia; 3.Recuerdos de mi tierra; 4.De sueños y duendes; 5. Naturaleza; 6. De amor y pasión y finalmente, 7. Lazos de sangre y amor. El libro va acompañado de un disco compacto con arreglos musicales que presenta poemas selectos leí dos por la autora (música de Diego Fernando Gómez Coy); fotografí as artí sticas de su esposo, originario de Ecuador a quien le dedica el libro (Fausto Rafael Mendoza) y quien diseñó la portada y la contra-portada; má s las coloridas e intensas pinturas de conocidos artistas que ilustran el volumen completo (Jaime Olaya, José Luis Rodrí guez Guerra, Francisco Rivero Mendoza, Mauricio Robalino y Blanca Santander). El libro lleva tambié n un prólogo y un comentario, escritos por profesionales de las letras, a saber, la Doctora Iliana Underwood-Holbrook de la Universidad de California y Rosa Aliria Gómez, M.A. de Queensborough Community College, Nueva York.
A propósito del poema elegí aco, el poeta venezolano Rodolfo Moleiro ha dicho que “se canta lo que se pierde,” pero se canta justamente con el deseo de recuperarlo a travé s de los elementos de ritmo, música y narración. Puedo decir que Cantares de un Alma Gitana es una elegí a cruzada por referencias a objetos (como en el poema ‘El sombrero de Ecuador’), a lugares (como en ‘Rí o de mi juventud’), y hechos (‘Ya no eres la misma tierra mí a’) que en general atestiguan el trá nsito por la vida y la desaparición de sus seres queridos (en ‘!Cómo duele tu ausencia!,’ ‘Este no es un adiós,’ ‘Abuelita,’ etc.)
La poesí a de N. Mendoza expresa, en un tono vital, colorista y musical, aspectos de la existencia humana y de la Historia, donde se refleja la búsqueda de los seres humanos en pro de la libertad interior/exterior. Sus poemas son los colores de la vida y son tambié n los espacios en los cuales se instala la voz para evocar el trazado autobiográ fico. Resulta que el sujeto es aquí inseparable de lo que canta o cuenta. Para la poeta, el cuerpo de cada poema está dado por la materialidad de las palabras en las cuales encarna lo que se nombra, por eso es tan importante en el texto ese poema instaurador llamado precisamente ‘Entre las palabras.’ Aquí la poeta, fundadora de un lenguaje renovado, repasa las palabras que componen su ser y va haciendo un recuento de las mismas, a saber: aquellas palabras que desde sus antepasados han viajado con ella, las que heredó de sus padres, las que le ayudan a tejer sus sueños, las con que viajó a este paí s, las mudas, las perdidas, las escondidas y las que son escuchadas. Las palabras de los amigos que ha ido haciendo, las palabras que hieren, de aquellos que se han instalado en el sentimiento de la enemistad, la palabra poé tica poderosa entregada a su amor, las palabras extranjeras y la palabra de Dios, el Verbo. En resumen, la palabra, nos dice ella, es movimiento, vida y flexibilidad:
“Palabras extrañas por otras lenguas pronunciadas / que me crean encanto y muchas veces confusión, / muchas son de guerra, otras bellas y adornadas, / y otras tantas desde el alma son cantadas / por un instrumento siempre en acción.” (p.106)
La palabra en N. Mendoza está encandilada por la musicalidad que presentan sus poemas. Es una poesí a que canta, que pinta, que narra y que tiene cadencia, melodí a y ritmos que se detectan fá cilmente si se la lee en voz alta. Es una poesí a que extiende sus alas y vuela en cadencias musicales proveí das por las palabras seleccionadas, en especial cuando hace uso de la forma verbal al final de los versos.
Bajo los ojos vigilantes de N. Mendoza desfilan los sufrimientos de los seres humanos, en la pé rdida de la pureza de su tierra natal ahogada en guerras y guerrillas, en las luchas de los indí genas latinoamericanos, en los desamparos de los pueblos del mundo, de la mujer y de otras minorí as como la nación gitana, los niños ultrajados y los vagabundos de este mundo. Tambié n pone al servicio de la palabra el amor matrimonial y a la familia trashumante a la que ha pertenecido, de ahí este “alma gitana” que nomina el libro: “He soñado con llevarte desde tus sueños / hasta el infinito, para que juntos busquemos / ese paraí so perdido… (‘Ojos de gitanos’). La poeta inventa entre memoria/palabra su escenario, á mbito en el que tanto los sentimientos como el lenguaje se vuelven personajes que hablan con ella desde la distancia o la cercanía.
Todo el volumen de poemas es testimonio de un rechazo epidé rmico, por parte de su autora, a la contaminación del mundo y a la pé rdida del humanismo cristiano. é sta constituye una propuesta filosófica en su escritura. Un mundo humanista cristiano, de apego no sólo a la tierra, sino a la tierra y sobre todo a los que la habitan, los personajes desvalidos de toda fortuna y expuestos a la contaminación del mundo. Ella hace coincidir a menudo búsqueda y encuentro en la palabra del Creador, en Ėl ‘acontece’ la presencia de la historia y del mito como fundamento del hombre y su tiempo, como tambié n la opacidad y la transparencia de ambos; es una filosofí a de rechazo, una divisa verde; por ejemplo, veamos su poema “Ya no eres la misma tierra mí a,” pp. 33-34:
¡Ya no eres la misma tierra mí a!
Tus leyendas ya no son doradas;
son leyendas de negro vestidas
y mojadas por el llanto de tus almas /…/
por tus caminos ya no corre
aquel caballo blanco
recitando el sueño de Bolí var; /…/
y en lo alto de los Andes
se quedó tu cóndor manco.
Experimentamos en este texto que Colombia, la patria verde, no es simplemente un lugar geográ fico de vida auté ntica: es el á mbito en cuya presencia, la plenitud real de la vida y cuya pé rdida de vista, conduce a una deformación esté ril y monstruosa que reclama un cambio decisivo y urgente en las relaciones consigo mismo, la naturaleza y el prójimo, en suma, la liberación de la enajenación de su esencia. Los hombres en general para Né lida Mendoza, y en especial los pueblos postergados, deben cambiar su individualidad por una colectividad para alcanzar, finalmente, en este mundo su propia identidad, tanto en el paisaje como en la intimidad profunda. A pesar del verdor y del mito, Colombia no escapa a los estragos de los tiempos, y las consecuencias que estos han traí do, el hambre, la guerra, la droga, la pé rdida de innumerables vidas. Aunque en su poema ‘A cuestas’ el lamento de los instrumentos es una queja por la esperanza y la paz perdidas que la inundan en una angustia ineludible (p.40), la poeta clama, al mismo tiempo, en ‘¡Basta, ya no má s…!’ por opciones relevantes. Una de estas opciones es el grito de aliento que la poeta lanza, transformada en una heroí na mí tica, para salvar el mundo, y construir un nuevo y má s humano futuro. Ella dice: No má s guerras, luchas, drogas, injusticias, especialmente para con los pueblos indí genas, no má s incertidumbre y abusos. Y agrega:
Luchar es con tus hermanos llorar
cada vez que un hermano colombiano muere
lo secuestran, lo callan, o lo hieren,
sin importar si fue en Aracatá ,
Chocó, Tumaco, la Guajira o Bogotá . (P.54)
Estos lugares bien podrí an ser testimonios de otros espacios latinoamericanos, como Chile, Ecuador, Argentina, Bolivia, Perú, Chiapas (Mé xico), etc., pues en todos ellos se ha tratado de destruir a la Pachamama y de desunir a los pueblos, incluyendo la Amé rica del Norte. Y sigue en el mismo poema:
Luchar por la paz es protestar,
no sólo el que la bomba va a detonar,
sino tambié n contra los sicarios de la democracia. (p. 54)
Hacemos hincapié aquí , a propósito de democracia, que la autora vivió en carne propia la angustiante experiencia de tener a su hermana Marleny, el 11 de septiembre de 2001, en las dos torres. En su poema ‘Con los ojos de mi hermana en Nueva York,’ Né lida narra ví vidamente aquella instancia: “Ayer, quise volar con mi canción / para llegar a Nueva York. /…/ Una tercera guerra sangrienta ante el mundo / se desarrolla sin saber cuá l será su rumbo /…/ Ayer, llorando de hinojos le pedí a Dios / que mi hermana fuese arrancada / de las garras injustas del león /… / Hoy nos queda en el alma un gran vací o / y el paisaje de Amé rica mucho má s sombrí o…” (Pp.91-92) Aunque su hermana fue salvada del horror, no hay poema má s intenso, escrito a flor de piel que é ste, una experiencia vivida por miles puesta en palabras en forma sabia y profunda.
El uso del diá logo del que hablaba Heidegger alcanza un valor preponderante en ‘Mi lecho.’ El tema de este poema connota desde la materialidad del objeto “lecho” una trascendencia de lo real, ya que la poeta termina diciendo que aquel lecho que la llama, y donde se refugia, es donde vuela como una Shekina: “Mi lecho tiene una gran personalidad /…/ tiene muchas historias que contar /…/ me llama angustiado /…/mi lecho es un gran amigo.” (pp.149-150)
Desde mediados del siglo XIX cuando Emily Dickinson transforma los lí mites de su propio cuarto –un sí mbolo del encierro de la mujer de entonces dentro de los muros de la domesticidad servil– en un espacio donde alcanza su propia realización por medio del poder de la poesí a, la habitación y, ciertamente, el lecho, han llegado a ser sí mbolos de una forma de liberación de los avatares de la vida. Es en este contexto que entiendo el descanso o “la calma” a la que llama el lecho de Né lida Mendoza en este poema. El tí tulo del texto realza la riqueza connotativa del té rmino: “…mi cuerpo descansa el maltrato de la vida…cuando mi alma está herida / me sana …en é l mi alma vuela…el dulce sueño de Shekina…” (p.150)
Tiene un nivel anecdótico este cuento poé tico y, sin embargo, el significado del texto se multiplica cuando lo leemos desde la perspectiva del concepto “Shekina.”
El té rmino se traduce como Providencia Divina en la traducción judaica, se refiere a la relación de Dios con la poeta. La experiencia de la Shekina es la manifestación de la inspiración y el asombro, dentro de sí misma, ante los deleites de la fantasí a que le provee la barca del lecho. Es el encuentro con algo superior, que la embelesa, que la llama, la atrae al encantamiento. La Shekina, como el Espí ritu Santo que es el amor, es inseparable de la poeta: “…me alegro al pensar /…/ que no soy una nave a la deriva…” (p.149) Este es un lecho sin duda sobre valorado, cómplice y cuna que configura una verdadera identidad material y espiritual a la vez.
Dirí a que otro interesante e importante alcance de la poeta en la colectividad y paz de que habla, es la que acontece a travé s del amado. é ste es aprehendido en su cotidianidad y en la dimensión positiva de la presencia del ser querido: colabora con su pareja en el permanente mejoramiento del mundo. El encuentro con su amado está presente en la penúltima parte del libro titulada ‘De amor y pasión,’ una de las secciones privilegiadas de este volumen que contiene catorce poemas.
Los rasgos esenciales del ser amado y su sentido para un modo de habitar la tierra son llevados a una perfecta exposición de su yo lí rico. La poeta amplifica su existencia y reúne o trata de reunir en su persona la totalidad de la presencia femenina. Ella es amante, fiel, enamorada y poeta. Desde la presencia que le otorga a su vida el ser amado, ella ordena su historia, sus experiencias y trabajos y la que dejará marcada las huellas de su amor en la escritura. La pareja humana construye un mundo mejor, un mundo de paz. Se necesitan para existir: “Te necesito amar / para poder vivir… dice en su poema ‘En la alborada,’ p.217; “Si no he de ser tuya / para que quiero vivir” en ‘Arrá ncame la vida,’ p. 209; o cuando le dice que “llegaste en el momento preciso del otro lado del mundo” (poema ‘Almas gitanas’).
Todos estos poemas van tramando un tejido amoroso. Sólo un hecho empaña este espacio y es el tema de algunas obras de Federico Garcí a Lorca, que ella aborda con la misma pasión del autor español: la maternidad frustrada. Aunque el poema ‘Amor herido’ pertenece a la sección llamada ‘De sueños y duendes,’ vale la pena mencionarlo aquí . La frustración se vuelca hacia ese amor universal en el que la autora se refugia:
Madre de muchos, madre de nadie
y entre muchos y entre nadie
vivo sola en mi melancolí a;
y a Dios va esta querella… (p.133)
El milagro del hijo no se produjo y sin embargo, el mundo amargo se convierte en miel en un ajeno paraí so. Es decir, la poeta perdona y se perdona, aceptando ser madre colectiva, de otros niños y de los desamparados. Aquí aún con su peso a cuestas, la poeta decide convertirse en un elemento má s de la actividad productora: ella y su amado co-laboran con la vida, son una manifestación de la energí a creadora. La metá fora verbal de transformarse en ‘enjambre’ (p.136) extiende la esfera de un oficio humano a la esfera natural y de ahí a una planificación social de la existencia. El oficio de enjambre está motivado, existe, gracias al amor otorgado por el ser amado. El cuerpo se convierte en fuente de vida, en almí bar nuevo para batallar: Tu amor es como el caballo de Bolí var que me incita en la vida a luchar por los pueblos sin justicia y sin almí bar, con una fuerza desenfrenada para liberar. (de “Tu amor,” p.197)
Quiero hacer notar que la instalación del amado y el amor de pareja en el á mbito cotidiano, su caracterización a travé s de la ternura y la vida diaria, y finalmente, la integración de la amada en la colectividad, han alejado definitivamente de nuestros tiempos la imagen del amor en forma romá ntica o tardí o-romá ntica (prolongada en gran parte por la literatura aburguesada como reflejo de su individualismo) y que caracteriza al amado y a la amada precisamente por los rasgos opuestos.
Lejos de la efusión del romanticismo que se alimentó de sombras, lá grimas y formas eté reas, este libro ayuda a descubrir el maravilloso juego de la relación humana fundamental, aquella sostenida por la esperanza y la asunción de otras vidas, aunque no sea la propia de las entrañas: “Tu amor…a mi espí ritu hace exaltar / para fecundar todos mis caminos” (de “Tu amor,” p.198).
Este es un final epigramá tico, magní fico. La poeta, es decir, Né lida, la voz narrativa, concreta en estos mismos poemas de dolor, una visión profunda de autonomí a creativa. Dicho de otra manera se nos invita a percibir la poesí a (si queremos) como una matriz metafórica en la cual se engendra, a pesar de las frustraciones de la pareja, la auto-realización femenina.
De esta manera, los desbordes que muestra la poeta en este volumen no son alegorí a que usen lo real como medio de exhibición metafórica de una supuesta trascendencia divina o humana. Lo que Né lida Mendoza quiere hacer palpable es la presencia permanente de la naturaleza humana en lo actual y presente. Propone que el ser humano exceda sus fronteras individuales y experimente en su ser y su hacer la presencia acumulada de los demá s. La poeta toma “el sarté n por el mango” y enfatiza en cada poema que desde nuestras individualidades asumamos una colectividad para mejorar el mundo, para salvarlo como lo hace ella. La comunión se ha extendido a la totalidad del prójimo en este libro a partir de las minorí as que son los má s dé biles, en especial los pueblos indí genas (‘Raza India’) y la tierra colombiana (‘Tanto me duele la Cumbia’), hasta las tierras del Este (‘Confesión de una afgana’) y del Oeste (‘Gigante Rainier’), pasando por las relaciones de su propia familia (‘Mis doce hermanos’). El acontecer en que estos cá nticos de alma gitana se desarrollan, pues, desde la incorporación permanente a la colectividad y la materia, se realizan, desde el alma de Amé rica misma, desde los orí genes, desde los hijos del sol y las aves de la libertad de nuestros pueblos:
¡Cómo quisiera nacer y morir con tanta libertad!
para una vida apacible alegremente llevar
sin llorar, ni discutir, o saber cuando amar
y juntar mi alma con otra en la luz o en la obscuridad.
(“Libertad soñada,” p.143)
Creo que el poema llamado “El caminante” es el broche de oro de sus postulados. Este texto largo, como todos sus poemas, es un homenaje a la esperanza y al arte. En este poema Né lida Mendoza hermana la esperanza con los seres humanos del mundo y afirma su cualidad imperecedera. Es el diá logo de la poeta con un personaje errante que podrí a verse como sí ntesis de sus quehaceres e intenciones. Es un poema autobiográ fico, un diá logo consigo misma o una personificación del consuelo o la esperanza personificado en una figura casi pastoril; cada verso retrata la búsqueda del ser humano (la poeta, principalmente), para terminar en un compromiso consigo misma: “-Caminante, ¿adónde vas y quié n eres? / -No lo sé , voy hasta el fin del mundo (p.87); Soy hermano…de aquellos cruelmente torturados, / de aquellos que se fueron al exilio… (p.88) -Caminante, ven que juntos lucharemos / por un pedazo de pan, y por tu amigo (p.88); soy el que va sembrando una flor / en el mar de cada peregrino / soy hermano de su canto…” (p.90).
Los puntos de contacto entre el hablante y la interrogante sirven en el poema para reducir la distancia entre los dos seres o los dos momentos separados (consciencia y esperanza). El caminante es el mismo Jesús retratado en todos los desvalidos y en ella misma. Es un poema que constituye y contiene figuras que unen a las personas, sentimientos, emociones, consuelo, comunicación y conversación; y es en sí una representación metoní mica del libro Cantares de un Alma Gitana, pues constituye y contiene ese tenue hilo temá tico y motivador que lo conecta con todos los otros poemas del libro. La caminata de la poeta al lado del personaje errante manifiesta la armoní a que ella busca con la naturaleza y con el mundo a travé s de Cristo y esta relación constituye una nueva fuerza.
En una é poca de carencias, descontentos y envidias producidos por el enfrentamiento entre distintos sistemas, intereses y maneras de pensar, la compañí a del personaje errante se torna en fuente de vida en la cual podemos sumergirnos y hallar consuelo. Né lida Mendoza contiene en sus versos las simientes que posibilitan tal transformación en la cultura reinante y en la sociedad actual.
Cabe destacar que hay una inmensa ternura en algunos de los versos de este poemario, pero es una ternura tersa, como una fuerza. Hay sin duda ademá s una compenetración afectiva con cada tema del libro y una compasión entrañable por los siglos pasados y sus tiempos. Logra unir razón y emoción, como lo expresa en el poema ‘El caminante’: “Soy el pensar de su cabeza / soy hermano de su silencio.” (p.89)
Sabe mantener la gracia y la alegrí a dando precisión al canto y la música que emanan de su poesí a, como tambié n su calidad plá stica y visual. Bien instalada ya en las letras, asumiendo la libertad que confiere esta república de las letras, Né lida Mendoza compendia la relación paradójica entre dos esferas de la vida, entre dos aspectos dispares de la mujer como poeta y como mujer contemporá nea en general.
Porúltimo, conviene advertir al lector de esta reseña que en estas anotaciones toco un sector de la poesí a de Marí Nélida Mendoza, sólo algunas de las variadas dimensiones que nos entrega su obra. Falta por ejemplo, un estudio de las dimensiones históricas y sociales del texto, del conocimiento de los pueblos indí genas que tiene la autora, en especial, de la región de Chiapas; de la nación gitana; y de las angustias del trasplantado o del exilio. Falta una exposición de las imá genes coloridas y musicales de su patria; su infancia, su familia, la experiencia enajenada de la naturaleza y la reaparición del aura y la trascendencia religiosa en su poesí a, la importancia del misterio cristiano, el peso del mito perdido y el toque de universalidad, todo por mencionar múltiples temas que está n abiertos a la interpretación y al estudio poé tico-crí tico.
Este volumen de poemas es un embeleso para sus lectores además que los invita a reflexionar. Aunque los textos parecen a primera lectura de una sencillez cristalina, sus versos tienen la habilidad de revelar la complejidad de la experiencia de pertenecer y no sólo traducirla en palabras de claro acceso emocional. é sta es una enjundiosa obra para una mujer “caminante” que nos mira, sonriendo desde algunas pinturas y fotografías de su texto, y que nos cuenta que llegó de la tierra del Edén, con su alforja llena de recuerdos inolvidables: Cuando te dejé, pueblo mío, puse en mi mochila la música de mi vida, unos pocos libros, unas fotos y un cepillo, un vestido de color granate, y unos maní es y unos chocolates para endulzar el llanto de mi madre y de mis hermanos que viajaban conmigo. Y en un pequeño bolsillo celosamente guardé los recuerdos hermosos de aquellos dí as, recuerdos de mi niñez, recuerdos de mi juventud, recuerdos del ayer. (‘Cuando te dejé ,’ p.118)
Eugenia Toledo-Keyser nació en Temuco, Chile, a fines de 1945. Hizo sus estudios de profesora de Estado en Castellano, en la Universidad Católica de la misma ciudad. En 1975 emigró a Estados Unidos, donde obtuvo su maestrí a en Literatura Latinoamericana y su doctorado en Literatura Española del Siglo de Oro, en la Universidad de Washington, Seattle, WA (1981). Hace treinta años que reside en dicha ciudad con su familia. Ha publicado un libro sobre la poesí a de Fray Luis de León (1986) y ocho textos para la Educación de Adultos, proyecto dirigido por la OEA en Chile, como coautora (1985-86). Actualmente escribe cuentos, poesí a y crí tica literaria ademá s de ser colaboradora en revistas y diarios de paí ses como Chile, Mé xico, Canadá , Honduras, Nicaragua, Argentina y USA. En Noviembre del 2005, la revista chilena SAFO publicó una separata sobre su producción. Asimismo su escritura ha sido publicada por la revista estadounidense ARTELLA. Es miembro de la Asociación Internacional de Literatura Femenina Hispá nica. Ademá s de escribir, la doctora Toledo se dedica al arte, especialmente el collage y los libros artí sticos a mano, muchos de los cuales han aparecido en revistas estadounidenses. Forma parte activa de un grupo literario femenino de Seattle llamado “Mujer Entre Letras.”